El daño causado a las paredes por la humedad se divide en dos categorías:
El daño directo se puede resumir con el desprendimiento de revocos, manchas y/o áreas más oscuras en todos los niveles de la pared, formaciones de estalactitas en la parte inferior, desprendimiento de papel tapiz y revestimientos en general, olores desagradables, el deterioro de las paredes y insalubridad general de las habitaciones.
El daño indirecto puede resumirse con: exposición de las paredes a ciclos de congelación-descongelación, condensación interna y externa, eflorescencia y subflorescencia, aparición de moho, liquen y musgo, ignición de oxidación electroquímica y procesos de corrosión metálica (con efectos degenerativos bien conocidos en las estructuras), aumento significativo de la conductividad térmica de las paredes con las consiguientes pérdidas igualmente significativas en el grado de aislamiento térmico del entorno externo.